El reino de cristal de Vattens está custodiado por un gigante de ojos centelleantes. En realidad, es una colina cubierta de hierba y decorada con cristales, de cuya boca brota agua a borbotones. En 1995, con motivo del centenario de Swarovski, el artista multimedia André Heller recibió el encargo de diseñar un museo fuera de lo común. Para él era importante crear algo atemporal, y así surgió la idea del gigante verde. Más tarde, esta cabeza de 17 m de altura, creación conjunta del artista y la naturaleza, se convirtió en el símbolo de Mundos de Cristal.

La historia del gigante
André Heller inventó la leyenda del gigante que dio la vuelta al mundo para ver todas las maravillas y obras maestras del planeta. Tras dar la vuelta al mundo y regresar a Vattens, decidió instalarse aquí y desde entonces custodia los tesoros de la mazmorra.

En su interior hay 17 salas con obras de artistas de todo el mundo. Cada habitación es en sí misma una obra de arte con un diseño único, instalaciones artísticas u hologramas, que abren portales a otros mundos y una diversidad asombrosa.

Salas de las Maravillas
Las maravillas existen. Y están en Wattens. Artistas de todo el mundo han utilizado cristales de Swarovski para crear 17 salas de las maravillas diferentes y asombrosamente imaginativas.

La inspiración de Heller: la Cámara de Arte y Curiosidades del Castillo de Ambras
No muy lejos de Innsbruck y del Museo de los Mundos de Cristal de Wattens se encuentra el castillo de Ambras, que ya en el siglo XVI albergaba cámaras de maravillas similares. En aquella época, estas salas se llamaban “Kunstkammer” y se utilizaban para coleccionar maravillas naturales, valiosas obras de arte, objetos insólitos y joyas procedentes de diversos países. Cada gobernante quería construir una colección única combinando exposiciones naturales, artísticas y científicas.

Brillante, inusual, llamativo
¿A qué suenan los cristales? El conocido músico, compositor y DJ austriaco Roland Gerger, que actúa bajo el seudónimo de Emil Berliner, ha explorado esta cuestión. Se propuso transformar las propiedades ópticas de los cristales en sonidos. En su opinión, el cristal es sin duda un objeto bello, pero muy silencioso. Así que Gerger decidió darle una dimensión sonora.

Con el suave tintineo de los cristales nos dirigimos a la siguiente atracción, el carrusel. El artista español Jaime Ayón nos invita a un viaje nostálgico por las montañas tirolesas con su caprichosa creación, decorada con 15 millones de cristales de Swarovski. En blanco y negro, el carrusel contrasta con el paisaje en primavera y verano, cuando está en plena floración. En invierno, sin embargo, rodeado de laderas nevadas, se transforma en un enorme cristal que se integra perfectamente en el entorno. En lugar de caballos, los jinetes son recibidos en un mundo de ensueño por magníficas figuras: bestias, personas o personajes de mágicos cuentos de hadas.